El panorama económico mundial dominante durante el primer quinto del siglo XXI ha sido caricaturizado con el dicho “Estados Unidos innova, China [copia y] fabrica y Europa regula”. Al respecto, y en lo que a Europa se refiere, hay incluso quienes han venido defendiendo la tesis de una poderosa influencia de la UE ejercida a través de su actividad regulatoria, que es exportada a otras áreas y países por aquellas empresas globales entrenadas por la práctica en la conformidad con los estándares europeos, entendidos en sentido amplio (Bradford, 2020; «The Brussels Effect: how the European Union rules the world»). Pero la realidad muestra más bien una Europa industrial atrapada entre el hardware chino y el software americano.
En una nueva etapa, y con la vista puesta en el horizonte 2050, el sistema productivo europeo ha adoptado la descarbonización de su economía como última misión -en nomenclatura Mazzucato-. Consciente de que, sin tierras raras, ni chips, ni analítica de datos masivos -por citar algunos recursos y capacidades clave para las transiciones ecológica y digital- el logro de aquella es una quimera, la UE se embarcó en 2020 en el impulso a una “nueva” política industrial.
Fuente: Comisión Europea
Servitización industrial, economía de plataformas, servicios digitales, circularidad, descarbonización, cadenas de valor globales, relocalización o escalabilidad, son conceptos o paradigmas contemplados en una «Nueva Estrategia Industrial Europea» que, una vez más, tiene por base el mercado interior y las políticas complementarias -defensa de la competencia, ayudas de estado, comercio exterior y, en este caso particular, innovación- como modelo de clima de negocio y cemento último de una acción comunitaria especialmente sensible a la problemática de las PYMEs.
Con la autonomía estratégica y la resiliencia del mercado interior como ingredientes añadidos a resultas de las lecciones aprendidas de la pandemia del COVID-19, la Comisión Europea ha presentado en mayo de 2021 una actualización de su propuesta original de marzo de 2020 para una política industrial europea. Revisión que, reforzando la doble transición como apuesta del liderazgo competitivo en el medio y largo plazo, pone un mayor énfasis en la soberanía tecno-industrial. Desde el punto de vista metodológico, la estrategia se ha visto positivamente reforzada con un mayor soporte analítico –análisis de ecosistemas y estudio de dependencias estratégicas- y, relevantemente, la definición de un cuadro de mando de indicadores.
En el corto plazo, los fondos Next Generation UE, el marco financiero plurianual MFP 2021-2027 o el marco temporal de ayudas de Estado, forman parte de un tratamiento de choque para revitalizar la industria tras el impacto del COVID-19 que, en su gobernanza y orientación, señaliza la seriedad de la apuesta europea por la neutralidad climática. Recuérdese al respecto que los planes nacionales de recuperación han de dedicar al menos un 37% de su financiación a inversiones verdes y al menos un 20% a digitalización.
La estrategia contempla un mayor recurso a uno de los elementos más eficaces de una política industrial “pasiva”, cual es la normalización que, por otra parte, se está viendo inoportunamente acechada. Así, una mayoría de los Estados Miembros, y entre ellos España, viene defendiendo la validez del esquema general de Nuevo Enfoque, sobre el que el asunto James Elliott –referido al control jurídico/judicial sobre las normas técnicas armonizadas- ha arrojado ciertas sombras que amenazan con restarle agilidad y, sobre todo, funcionalidad como herramienta de fomento de la competitividad basada en la innovación, tan necesaria para la doble transición.
En la compleja maraña de iniciativas, actuaciones y planes de acción que conforman la nueva política industrial en su faceta más “activa”, habrá quienes identifiquen la enésima manifestación del furor intervencionista continental-europeo, objeto también de genial caricatura -popularizada por Reagan-: “si se mueve, ponle un impuesto; si se sigue moviendo, regúlalo; y si deja de moverse, subvenciónalo”. Impulso político, participación activa y coordinación entre Estados Miembros, colaboración público-privada, liderazgo activo del sector industrial, cooperación transfronteriza, transparencia, evaluación, rendición de cuentas y dinamismo; serán todos ellos aspectos a cuidar para que esta nueva estrategia sea una realidad exitosa en términos del liderazgo y las capacidades de adaptación y respuesta de la industria europea.
Autor: Antonio Moreno-Torres Gálvez
Ingeniero Industrial del Estado (Promoción 2003)
Nota: este texto es un extracto modificado del artículo que con el título “Actualización de la Nueva Estrategia Industrial Europea” se incluye en el número 420 de la revista Economía Industrial (www.economiaindustrial.es)